viernes, 5 de abril de 2013

Black Mirror: segundos reflejos



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Si la Alicia de Lewis Carroll viviera en la época actual no se dedicaría a atravesar espejos situados sobre chimeneas. Se sentaría en el salón y encendería su iPad convirtiendo el reflejo de la pantalla en una ventana hacia un mundo digital poblado de seres más retorcidos que los de la fantasía literaria. Y probablemente, si el propio Carroll hubiese sido un habitante del universo de Black Mirror, un equipo de la policía habría derribado su puerta con un ariete una madrugada, confiscado su disco duro y acusado de pedofilia al escritor, por mucho que él intentase convencer a las autoridades de que aquellos jotapegés de niñas desnudas eran de lo más trendydurante la época victoriana.
Black mirror o el futuro imperfecto reflectado en tonos oscuros en las pantallas de tablets, teléfonos, televisores, ordenadores y cualquier engendro electrónico. Pulsar el botón de apagado y descubrir nuestra cara boba reflejada en un cristal negro tras pasarnos horas chateando, revisando el cargamento de dvdrips, actualizando nuestra imagen en las redes sociales o dando por concluida la tarde de mantita y porno. Twitter, facebook, Meetic, Badoo, nuestro mundo condensado en una red de nombre ridículo, nuestras fotos en el baño en plano picado con 18 filtros de Instagram. Hoy, nuestro día a día ya es digital. Nuestra vida es digital. Estáis leyendo una revista digital.
La serie del mediático Charlie Brooker (para un repaso de su obra y milagros mejor asomarse a la entrada dedicada a la primera tanda de episodios) arrancó con una temporada de duración escasa, limitada a tres capítulos y apoyándose en esa cacerola, donde en ocasiones se cocinan piezas fabulosas, que es el formato deTales of the unexpectedCuentos asombrososThe twilight zone o Historias de la cripta. Renunciando a la imagen del presentador como hilo conductor y al efectismo de cruzar a los personajes de las historias (aunque en el tercer capítulo de la segunda temporada se hace una mención fugaz a un evento ocurrido en el primer episodio de la primera temporada) e incluso situando la acción en diferentes realidades paralelas que aun así comparten silicio tecnológico como hilo conductor.
El primer capítulo de aquella propuesta se presentó a gritos golpeando sobre la barra con algo que no era el puño, el segundo saltaba a un mundo ciclovelocista-esclavista de concursos televisivos donde Orwell estaría muy preocupado de su lista de logros en la Xbox y el tercero era un mazazo tan elegante como rotundo. La propuesta cosechó fans y debate de opiniones: defender el segundo capítulo o acusarlo de ser la lana negra, adorar la idea de Brooker u odiarlo por cansino, celebrar que Robert Downey Jr hubiese comprado los derechos del tercer capítulo para convertirlo en película o recordar que ese redondo Toda tu historia era el único cuento oscuro que no había salido de la pluma del creador de la serie. Muy bien todo. Una cosa estaba clara, su pesimismo palpitante dejaba poso y la serie espesaba su leyenda destacando entre las propuestas de parrilla de las pequeñas pantallas. Es posible que el hecho de que en la serie un primer ministro se follara a un cerdo también ayudara un poco. Pero lo único que parecía realmente importante era lo sugerente de aquel experimento y la duda de si se atreverían a continuar por la senda. Y a principios de este año un maravilloso trailer en Channel 4 anunciaba el retorno. Se estrenan otros tres capítulos a modo de segundo asalto, siguen antojándose escasos pero se reciben con agrado.
Se advirtió al hablar de la primera temporada: lo mejor es llegar a Black Mirror descontaminado, sin saber nada de la trama. Pasar de este texto e invertir el tiempo en la serie. Al espectador de la segunda entrega probablemente no haga falta la señalización; si está aquí es porque algo le ha llamado la atención de aquellos tres primeros chupinazos de ardor tecnológico y ya sabe dónde está la gracia. Al que se asome por primera vez al retorcido mundo de Brooker será mejor recomendarle empezar por los tres anteriores, son una estupenda carta de presentación.
Y antes de nada, advertir que en esta ocasión el repaso a las entregas va a incluir una macedonia de SPOILERS importantes. Hagámoslo más fácil para todos.
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Capítulo 1: Ahora mismo vuelvo
Guión: Charlie Brooker
Director: Owen Harris
Lo previsible era inaugurar la segunda temporada con una historia de mala baba como aquella El himno nacional. Lo menos esperado era que la nueva historia firmada por Brooker recogiera el testigo de Tu historia completa y se centrara en la pequeña escala y en la capa intimista trasladando el escenario a un entorno alejado de esas urbes que son constantes en los futuros imaginados.
Martha y Ash son una joven pareja que se muda a un ambiente más rural. Él es un tipo que vive demasiado atrapado por las redes sociales pero deja de hacerlo (lo de vivir, a grandes rasgos) a poco de empezar el capítulo a causa de un accidente de tráfico. A ella una persona le insinúa que hay una forma de sobrellevar la muerte del compañero con más facilidad: a través de una espeluznante versión de ouija digital que parte de un concepto base fabuloso. La aplicación simula al ausente a través de todo el rastro que este ha dejado en internet. Los perfiles sociales, los comentarios, los emails. Las interacciones virtuales y la imagen proyectada al mundo tejen un compañero de chat que hace de parche suplantador de la persona. Hay un punto siniestro e inteligente: las huellas digitales siempre reflejan cómo queremos que nos vean, nuestra realidad maquillada y el postureo social, pero nunca realmente a la persona que se esconde detrás.
Martha comienza ese contacto simulado con el más allá chateando, pero el guión tiene guardadas sorpresas que en algún momento amenazan con convertir la suspensión de la incredulidad del espectador en un amortiguador de gelatina. Aun con esos riesgos la historia funciona, se avanza hasta un estado físico y de paso se modela el compañero fotocopia y el consolador perfecto; tétrico sí, pero funcional y tristemente eficaz en comparación.
Hasta que ella comienza a descubrir que ese remedio tiene más de pesadilla que de alivio.
Primer capítulo y primera alegría al comprobar que bastante hay que agradecer al retorno. Estupenda la fotografía de delicada luz campestre y el tono general, correctos y de refinada discreción los FX que insinúan ese futuro de lienzos informáticos, convincente la protagonista, fascinante la idea. Y estupendo el camino; a medida que el capítulo avanza se empieza a temer que el guión esté planeando permitirse un Shyalamanazo loco, como por ejemplo que se descubra que la propia Martha es desde el principio otro clon de naturaleza robótica, o que la escena de pelea no consumada remate con un golpe y un aborto poniendo el lazo negrísimo a la historia con un fantasma destrozando lo único vivo que quedaba de la persona. Pero Ahora mismo vuelvo parece pasearse por el filo de insinuar probables desvíos siendo consciente de ellos hasta que decide esquivar todo giro brusco y toda sorpresa inesperada optando muy elegantemente, y aunque no sea evidente a primera vista, por la mejor manera de cerrar el episodio, la más coherente.
Tiene un par de momentos geniales, por un lado el mencionado desenlace relegando las esperanzas y el recuerdo a un desván donde tiempo atrás se escondieron fotos por motivos similares. Y por otro aquella escena en la que el falso Ash encuentra la instantánea de aquel Ash joven y no puede apreciar que la imagen esconde una sonrisa falsa, una realidad impostada, un día detrás de aquella fotografía que él no ha vivido. “Funny” le dice a su compañera, y es entonces cuando Martha comprende de golpe que esa palabra basta para destrozar, dilapidar y enterrar por completo cualquier esperanza que pudiera tener de recuperar a la persona. Lo que está ante ella es un eco vacío, imperfecto en su perfección.
Los reflejos:
— Las migas de pan que esparcimos por la red. Nuestro propio rastro y su posible naturaleza eterna. Dentro de más o menos tiempo todos estaremos acomodados un par de metros bajo tierra y nuestra herencia de fotos de discoteca, likes y dislikes, comentarios de sarcasmo de mercadillo, y poses virtuales seguirán flotando almacenadas en algún servidor del otro lado del mundo formando un puzle absurdo de lo que pretendimos ser, un rompecabezas que de ser rescatado por algún conocido resultaría un chiste artificial.
Ser plenamente conscientes de que nuestro legado eterno a la era digital corre el riesgo de ser una sarta de tonterías. Quizá nos lo merecemos.
— Esta web, que asegura que seguirá tuiteando por ti si te da por irte de regata con Caronte. Parecía un viral de la serie, pero alguien susurra que simplemente se aprovechan del momento.
el oso blanco
Capitulo 2: Oso blanco
Guión: Charlie Brooker
Dirección: Carl Tibbetts
El anterior capítulo iba con calma, este empieza a la carrera y sigue así durante todo el trayecto. Se aferra al recurso de situar al espectador al nivel de la protagonista amparándose en la amnesia, situándolo todo en la casilla de salida sin más pistas que las presentes: un despertar incómodo, indicios de un suicidio fallido, un presunto hogar y un logotipo de píxeles toscos en una televisión encendida. Investigar el exterior resultará más inquietante, un entorno extraño plagado de gente muda que graba móvil en mano el desconcierto de la protagonista. Oso blanco muestra sus cartas rápidamente al soltar a los cazadores: estamos ante una carrera de supervivencia. Una carrera en la que hay pocos corredores y mucho espectador grabando los sangrientos acontecimientos constantemente con una envidiable amoralidad. El porqué y el resto de dudas que van brotando tienen aspecto de interrogantes que, suponemos, dejarán de serlo en la meta.
Oso blanco utiliza de motor la acción, la propia huida, en lugar de las emociones de los personajes, de ahí que la protagonista sea poco más que un pedazo de carne sollozante (Lenora Crichlow está muy bien, pero la naturaleza de su papel no le deja más terreno que pillar la autopista del grito y acelerar a fondo) y que los secundarios (entre los que encontramos a una guapísima Tuppence Middleton y a un Michael Smiley postSpaced con la dentadura en su sitio) no presenten ningún otro interés que conseguir algo o llegar a algún sitio. Villanos caminado sobre la alfombra del cliché de cine de terror, un personaje muy optimista armado con un cuchillo de cocina eléctrico y la sensación, una vez rebasada la mitad del episodio, de que lo que nos están contando no va a ser tan memorable. Sí, pero no. Oso blanco flojea bastante, pero el final lo redime levemente. En sus últimos minutos el propio episodio se fuma todo lo que nos había contado antes y convierte la persecución en un Gran hermano cruel y justiciero, con la siempre golosa propuesta de presentar a un público casi tan cruel como el ajusticiado. El show de Truman tropezando con Blanco humano y con un space invader como bandera de salida, el concepto de silla eléctrica en loop continuo encontrando franja horaria en la parrilla de la programación. No está mal, pero es el capítulo más flojo del trío y parte de la culpa la tiene el apoyarse por completo en la revelación final. Su mayor logro es paralelo, conseguir que lo más aterrador sea ese público silencioso que apunta a la protagonista con cámaras del móvil sin decir una palabra. Y de todos modos, los mejores momentos están escondidos entre los títulos de crédito y adoptan la forma de unas fabulosas escenas entre las bambalinas de la historia que de nuevo siembran la duda (¿un parque temático?) y rematan con un genial punto de humor macabro en las directrices enumeradas por Smiley.
Los reflejos:
— Esas personas que cuando un niño se cae accidentalmente al foso de los leones del zoo o cuando su compañero de trabajo en la carpintería decide tricotarse el brazo resuelven que lo mejor que pueden hacer es sacar el móvil y grabar todo el asunto pensando en el éxito que tendrá tan jocoso accidente en el escaparate de Youtube.
— Muamar el Gadafi, apaleado y linchado hasta la muerte por sus captores en 2011 bajo algunas decenas de teléfonos móviles con el REC en marcha. El gobierno provisional libio lanzó versiones oficiales que aseguraban que el fallecimiento se había producido en una ambulancia o durante un intercambio de opiniones y balas más formal, pero un montón de vídeos y fotografías digitales de mano de la propia turba que lo zarandeaba tardó poco tiempo en desmentir aquellas versiones.
Black+Mirror+-+The+Waldo+Moment
Capítulo 3 : El momento Waldo
Guión: Charlie Brooker
Dirección: Bryn Higgins
Hay pocas cosas que le resulten tan tentadoras a Brooker como la sátira política. Lo dejó bien claro sobre el papel como columnista cafre y en la pantalla durante la primera temporada de la serie, pero por si quedaba alguien en la última fila que aún no se hubiese enterado se reafirma en El momento Waldo. Esta es la historia de Jamie Salter (Daniel Rigby), cómico fallido que ejerce como titiritero y voz de Waldo, un dibujo animado (por ordenador) de un osito azul que vomita palabrotas con fluidez ejemplar y que tiene una sección de entrevistas a personalidades donde, bajo la excusa de un falso programa para niños, se la clava hasta la curva del recto a los invitados al más puro estilo del Ali G embrionario.
Durante la época de elecciones el candidato conservador es engañado de manera televisada por el peluche digital y los productores, muy a pesar de Salter, quien lamenta en la trastienda el éxito del osezno, intuyen que el éxito de Waldo entre un pueblo británico que ríe sus chistes forrados de escrotos es el abono perfecto para una serie centrada en el personaje. Se decide aprovechar el enfrentamiento con el candidato conservador y perseguirlo por las calles durante su campaña con un plasma gigante desde el que Waldo sigue tirando anzuelos. Y como colofón mediático se presenta seriamente a Waldo como un candidato oficial de las elecciones, es decir, a ese oso azul cuyo argumento de más peso es hacer bailar alegremente su pene virtual ante el populacho.
El momento Waldo funciona y recupera el nivel con un oso azul después de la carrera tras el oso blanco. Juega con un concepto exquisito como es imaginar que en algún momento un dibujo animado pueda recolectar más votos que un político. Tiene a un par de caras conocidas en el reparto (Jason FlemyngPip Torrens), una subtrama con otra candidata laborista que sirve para subrayar al mismo tiempo la soledad y torpeza del protagonista y sobre todo, lo más curioso, construye en el personaje principal un espejo de cierta porción de la personalidad del propio Brooker. Tanto que algunas de las frases y convicciones sobre la personalidad del cómico ficticio que se pronuncian a lo largo del capítulo son sentencias que se le han podido escuchar antes en algunas entrevistas al perpetrador de la serie, cuando se refería a sí mismo.
Nos encontramos con algún momento delicioso: la figura del candidato conservador (curiosamente, más que nada por la ideología política del guionista, el personaje que se muestra más coherente) preguntándose si él mismo es un juguete como Waldo y soltando una frase estupenda: “Puede que sea un sistema absurdo, pero ha construido estas carreteras”.
Y algunas pegas: que la comedia de ficción del propio Waldo esté alejada de Ricky Gervais y más cerca del sinsentido de la palabrota (aunque podría defenderse que ahí mismo reside la gracia) o que haya que aceptar un debate de carácter estudiantil entre los candidatos o ese repentino interés de “la agencia” por todo el tinglado.
También mete la pata en su epílogo; si en Oso blanco lo mejor eran las escenas insertadas en los títulos de crédito, en El momento Waldo estas son un añadido excesivo, con un protagonista reducido y un futuro gobernado por felpa gamberra y policía de porra suelta que en realidad no confiere tanta rotundidad al relato como se cree. De cerrar únicamente con la revuelta de los zapatos headshots la cosa hubiese salido ganando.
Los reflejos:
— ¿Dar el voto a un oso animado ante la pereza de votar a un político? No es la primera vez que la gente se desmarca y la cosa se pone un poco loca. En Italia Beppe Grillo, el hombre que promovía el Vaffanculo Day, actor, cómico, bloguero y attetion-whore. Funda un partido, el MoVimento 5 Stelle, y consigue más votos de los que él mismo hubiese imaginado.
— Stuart Drummond en Inglaterra, se presenta como candidato a alcalde de Hartlepool. El detalle a tener muy en cuenta es que lo hace bajo su disfraz de mono. Resulta que Drummond es mascota de equipo de fútbol y su campaña se basa únicamente en prometer bananas gratis para los niños en las escuelas. De manera increíble y para el descojone de medio Hartlepool resulta ganador pese a no haberse presentado a ninguno de los eventos previos a las votaciones. Algún superior con las pelotas soportando demasiada tensión traga con la votación pero le prohíbe ponerse el traje de mono.
— The best party en Islandia, un partido político de broma fundando por un actor en cuyo programa promete no cumplir ninguna de sus promesas preelectorales, entre las que se encontraron el conseguir un oso polar para el zoo, legalizar drogas y montar un Disneylandia. Y también el partido que acusaba a todos los demás de ser secretamente corruptos al mismo tiempo que aseguraba que ellos serían abiertamente corruptos. En las elecciones de 2010 obtuvo más votos que el resto de candidatos. Y los políticos de vocación de Islandia aún están meando sangre.
— Silvio Berlusconi, el hombre que parece que tiene el pelo pintado en plan dibujo animado para preadolescentes y al que en realidad le gusta pintar sobre preadolescentes. La némesis de la elegancia y la confianza. El Waldo mediterráneo.
— Cualquier otro partido desquiciado de esta lista que haya cultivado al menos un voto.
Black Mirror. Segunda temporada. Menos rotunda que la primera. Brooker sigue teniendo mucha maña pero parece que se haya zampado una pizza de laxantes y pasado una semana en el campo deshojando margaritas, le falta más mala hostia. Esa finura suya de no esconder la mano pero lanzar la piedra a la cara, esa sutileza a patadas que hacía tan potentes los capítulos de la temporada anterior. Sigue brillando lo suyo, y están lejos de ser una decepción. De hecho, y aún con sus imperfecciones, esta segunda vuelta insinúa que los espejos de LCD pueden tener una interesante continuidad. Quizá habría que meter a más guionistas en plantilla y empezar a desatarse por completo. Entretanto, y a la espera de que el futuro nos traiga el triplete perfecto de espejos negros, parece que vamos por la carretera buena.

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